Seguro que alguna vez te has planteado por que ese proyecto que estás llevando a cabo no tiene la repercusión necesaria en tu empresa.
A veces ni en tu equipo.
Posiblemente hay muchas causas, quizá una de ellas tiene que que ver con que el fascinante «proyecto piloto de implementación del nuevo proceso de gestión de infraestructuras estratégicas en las plantas tipo B de la zona sur del territorio nacional» suena no se, como te diría yo… ¿Aburrido?
La propuesta es francamente sencilla, comienza por ponerle un nombre atractivo.
El monstruo de Frankenstein

Hace años me leí el clásico de Mary Shelley. Seguro que conoces la historia, el protagonista, Victor Frankenstein, crea un ser vivo con restos de seres humanos. Tras hacerlo, horrorizado, huye y lo deja abandonado a su suerte. El monstruo, huérfano de padre, termina deambulando, sufriendo, y aterrorizando a aquel con el que se encuentra.
La novela creo un personaje intemporal que seguro que has visto en películas y comics, quizá hasta te has leído el clásico. Pero lo que más me interesa aquí es el nombre del «monstruo». Seguro que tu lo recuerdas perfectamente, ¿No?
O no… por que en la novela de Mary Shelley, jamás se le llama por un nombre. Victor Frankenstein era el nombre de su creador. Ahora que sabes esto, si te acercas a la novela verás que se le califica de «demonio», «miserable», «ogro», «monstruo»…
Y tu has lanzado un proyecto sin nombre que -como la criatura- va a deambular de mesa en mesa, y de despacho en despacho, aterrorizando a tus colegas, sintiéndose cada vez más horrible y cada vez menos proyecto.
La identidad
Es curioso, por que fuera de la oficina a las cosas que te importan sueles ponerle nombre. Si por un casual tienes una mascota seguro que no le llamas «perro» o «Canis Lupus Familiaris». Todo lo contrario, seguro que has consumido tiempo y energía para encontrar el más idóneo (ya ni te hablo de poner nombre a hijos).
Y es que un nombre representa más que eso. Un nombre también son ideas, sueños, deseos, expectativas e incluso valores.
Curioseando sobre este tema me encontraba una referencia de Ouaknin y Rotnemer (Le grand livre des prénoms bibliques et hébraïques, Paris, Albin Michel, 1993), que señalaba que el nombre tiene esencialmente tres funciones: de identificación, de filiación y de proyecto.
De modo que un nombre te puede ayudar a identificar tu proyecto, a dotarle de personalidad e invitar a la organización a conocerle. Un buen nombre también va a invitar a que las personas de tu equipo, de tu organización lo hagan propio. Y finalmente, busca que lo comprendan como lo que es: un proyecto ilusionante en el que embarcarse hacia el futuro. El germen de la motivación, vamos.
Y tu sin ponerle nombre a tu proyecto.
(Evidentemente un proyecto no es sólo un nombre, es muchísimo más. Aquí estamos hablando de esas iniciativas que tienen todo lo que debe tener un proyecto, pero que nadie ha nombrado).
Ventajas
Parece baladí, pero si tu proyecto es el de «Creación de la infraestructura necesaria para la generación de una optimización energética en el proceso de embalaje del producto» es posible que nadie en la empresa te haga mucho caso.
O si… si eres lo suficientemente persistente, o si la dirección insiste e insiste en sacarlo adelante (normalmente con un gran desgaste de energía por parte de todos). Claro, que en este caso es posible que la organización -en abstracto, ejem-, por aquello de abreviar, le termine bautizando sin pedir opinión a los padres y madres del mismo . Si tienes suerte será el «Proyecto Pepe» (donde pongo Pepe incluye tu nombre) o el «de los de embalaje». Si tienes mala suerte puede terminar siendo el proyecto «Pesadilla«, «La Fantasía«, el «Guadiana» o vete tu a saber. Una vez que alguien ha encontrado un nombre que resuena (bueno o malo), olvídate de intentar rebautizarle. Ya es demasiado tarde.
Dejar que sean los demás los que lo nombren es perder una oportunidad para dotarlo de espíritu, de visibilidad, de ilusión.
Si otros lo han bautizado «Tortura2» ¿Quién crees que querrá acercarse a participar?
Y es que el nombre no solo acorta y simplifica, también transmite emociones, ideas, motivaciones y valores… si tu no las aprovechas, otro lo hará. No siempre para bien.
Voy a probar ¿Cómo lo hago?
Puedes poner nombre al gran enfoque empresarial de tu organización, pero también a aquellos más pequeños que realizas con tu equipo.
¿Merece la pena ponérselo a cualquier proyecto?
Solo si tiene una cierta proyección en el tiempo o un impacto en el equipo, la organización o los resultados. Pecar por exceso y bautizar todo lo que hace tu equipo también puede llevarte al esperpento y obtener el resultado contrario.
En la red hay numerosos sitios donde encontrar ideas para nombres. También lugares donde te cuentan procesos para hacerlo. Una búsqueda rápida te mostrará muchos de ellos, por mi parte sólo unas pocas ideas:
- Hazlo corto. Ya lo hemos dicho «Proyecto de agilización e incorporación de talentos de alto potencial para la futura expansión en los países de Medio Oriente y Asia Pacífico» no ayudan mucho.
- Hazlo fácil. Google se arriesgó, pero nombres con muchas haches, y griegas, kas y demás pueden dar lugar a versiones muy alejadas de lo que quieres conseguir.
- Evita equívocos. Palabras como Dendrofilia (Amor por el bosque y los árboles) puede sonar fenomenal para proyectos de ecosostenibilidad, pero quizá alguna persona confunda los términos. Algo parecido a lo que le pasó a cierta marca de coches que tuvo que cambiar un modelo a «Montero».
- Hazlo evocador – Por favor, no lo llames «Proyecto ERP» o similares. Suena al día de la Marmota en versión empresarial.
Necesita ser algo sencillo, que sea capaz de captar la atención de todo aquel que te escuche y que al mismo tiempo transmita algo. En los últimos dos años hemos tenido unos cuantos proyectos en el equipo. Para mi los más queridos han sido siempre los que han tenido nombre: Germina, Mentores, Mago…
Pero es que no soy creativo (extra-bonus)
Me cuesta creérmelo, pero no voy a entrar en esa discusión por que tanto si lo eres, como si no, no trabajas sólo/a. Tienes músculo creativo al lado: tu equipo. Propónselo y crea el nombre con ellos.
De esta manera les implicarás en la génesis del proyecto y facilitarás que lo hagan suyo. Por otro lado, seguro que te sorprenden a la hora de crear nombres que ni se te habían pasado por la cabeza. Es la mejor forma de encontrar nombres para tu (ahora) vuestro proyecto.
Por cierto, si sabes que nombre le quieres poner al proyecto y estás pensando en manipular a tu equipo para que acepten tu idea… mejor ni lo intentes. Sería contraproducente.
Si no sabes muy bien como buscar un nombre puedes utilizar a los clásicos (aunque también no me refiero a Homero, Aristóteles o Platón). La lluvia de ideas es un buen punto de partida, siempre y cuando utilices la técnica adecuadamente. Si no tienes muy claro cuales son las reglas (si, en creatividad hay reglas) puedes consultarlas en la estupenda pagina de Neuronilla.
¿Tienes algún nombre evocador que proponer?¿Alguna experiencia que compartir? Estaremos encantados de que nos lo cuentes.