Jefes éticos – Trampa n° 2

El liderazgo ético es algo que se desarrolla dentro de unos límites -en ocasiones difusos- tal y como comentaba en mi última entrada del blog. Si crees que estar dentro de esos límites siempre te va mantener a salvo de las trampas éticas estás equivocado.

Esta segunda entrada trata precisamente sobre eso. Sobre lo que ocurre cuando intentando ser más ético que la ética puedes caer en la falta de equidad, el desaprovechamiento de recursos o la mentira.

Viene todo a raiz de un estupendo artículo que me encontré en la Harvard Business Review cuando andaba redactando la tercera y la cuarta de las entradas de esta serie. Me hizo dar un doble mortal de pensamiento y me llevó al reverso ¿oscuro? de la ética.

El artículo en cuestión se titula «Research: The Downsides of Trying to Appear Ethical» O lo que viene a ser en su traducción al castellano: «Investigación: las desventajas de tratar de parecer ético«.

La idea es muy simple y parte del básico de la reputación como algo esencial para generar y mantener la confianza en el mercado, en el equipo, en los clientes. Para crearla y sostenerla es esencial ser coherente y tener un comportamiento de los que llamamos «éticos». A partir de ahí la pregunta es ¿Qué pasa cuando en lugar de mantenernos coherentes nos aparta de ese lado más «luminoso»? Y es que un exceso de celo en tu ética puede llevarte a tomar decisiones poco equitativas.

Imagínate por un momento que uno de los valores de tu compañía, tu equipo y por ti mismo es el de la diversidad. El equipo fluye y las cosas van bien, hasta que un buen día entra en tu equipo una persona que manifiesta no creer en ella y que genera conversaciones de café acaloradas sobre el tema. ¿Qué haces?¿Le despides? El propio código de tu empresa te está metiendo en un laberinto: despedir a alguien simplemente por las ideas que expresa no parece ético y por otro lado hacerlo precisamente por tener ideas distintas vulnera directamente la idea de diversidad.

«Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo» 

Evelyn Beatrice Hall

Tres trampas éticas

A partir de ahí, el artículo nos propone tres situaciones en las que intentar ser ético te puede llevar a no serlo.

Preocuparte mucho por parecer honesto te puede hacer mentir.

Está claro que querer parecer honesto nos invita a no engañar. Ahora bien, según una serie de estudios, cuando decir la verdad se puede malinterpretar, puedes tener la tentación de mentir y dar datos inexactos.

En estos casos tendemos a contar medias verdades que en el fondo son mentiras. Los estudios de los que habla el artículo se refieren tanto a personas que reportan a la baja el trabajo que realizan, como a abogados que facturan menos horas de las trabajadas, estudiantes e incluso empleados que tienden en determinados casos a reducir el monto del reembolso que les debe la compañía.

Sabía que no tenía que haber entrado en este restaurante, mira que tenía pinta de caro. Pero es que no hay otro cerca… y al final, claro, la cuenta se va de lo que habitualmente paso como gastos de viaje. Y mira que me he ido a lo más barato de la carta. ¿Qué hago? No se si pedirle que no me incluya todo en la factura… Mira, lo mismo paso de presentarla, que a fin de cuentas no es tanto dinero.

Y todo, por doce euros de diferencia…

Preocuparte mucho por parecer imparcial puede llevarte a desfavorecer a tus amigos.

La segunda de las trampas también es malvada. Viene a decirnos que cuando te encuentras en una encrucijada, y tienes que elegir entre un buen amigo y otra persona en ocasiones eliges… a la otra persona.

Es decir, para parecer imparcial puedes tener la tentación de actuar parcialmente. También es un modelo de comportamiento que está respaldado por una serie de estudios que puedes encontrar en el artículo.

La mayor preocupación del líder en este caso es el de intentar combinar las ideas de equidad y la de imparcialidad. Uno de los estudios cita que solamente un 27% de los participantes le darían el bonus a amigos que se lo merecen, frente a un 61% que se lo darían a un extraño. Para ellos es más importante parecer imparcial que serlo.

Necesito con urgencia un proveedor que me de salida a este problema. Mi amigo de toda la vida es un crac con este tipo de cosas y además se que me va a hacer una oferta económica imbatible, pero todo el mundo sabe que nos vamos de vacaciones todos los años juntos y que nos conocemos desde que eramos pequeños… Mira, pensándolo mejor, no es para tanto el problema, voy a pedir un par de propuestas y dejo a mi amigo para algo realmente importante.

Preocuparte demasiado por parecer injusto te puede llevar a dilapidar recursos.

En este caso, tienes que tomar una decisión para proporcionar algo a tu equipo. Problema: solo tienes una unidad y debes de decidir entre dos personas que se lo merecen. En este caso la tentación es la de no tomar una decisión. No asignársela a ninguno de ellos y dejar que la unidad se vaya a dormir el sueño de los justos en el almacén.

No, si el nuevo equipo es una pasada, pero si se lo doy a alguno de los chicos vete tu a saber que van a pensar los demás. El caso es que la chica nueva tiene uno que va a pedales y que va a reventar en cualquier momento… Pero claro, van a comenzar a decir que… No se, creo que mejor, para evitar problemas, discusiones o que nadie se piense lo que no es, voy a pasar y que sigan trabajando con los suyos de toda la vida, que al final no van tan mal. Ya cuando haya para todos retomo el tema.


Evidentemente, el que existan tendencias (contrastadas por estudios) no significa que tu estés presentes este tipo de comportamientos.

Aún así, llevas tu mochila llena de creencias, ideas y prejuicios. Revísala, no vaya a ser que lo estés haciendo inadvertidamente.

¿Cómo lo hacemos entonces?

En condiciones normales te diría que para evitar este tipo de situaciones la mejor manera es la de crear procesos de toma de decisiones que trabajen sobre criterios objetivos, medibles y facilmente aplicables. De esta manera cuando llegue el momento de tomar la decisión final podrás explicar (y explicarte) perfectamente el porqué de la decisión.

Ahora bien, la toma de decisiones no es sólo racional, el último paso puede llegar a ser incómodamente emocional.

Después de haber definido con claridad como vas a tomar decisiones y haber utilizado múltiples criterios objetivos de valoración, al final te puedes encontrar con la terrible realidad de que los dos elegidos son tu mejor amigo y otra persona que no conoces apenas, pero que tiene fama de ser muy creativo y dinámico. La diferencia entre ambos es mínima y a favor de tu amigo.

De modo que has sido racional en todo el proceso, pero ahora tienes que tomar una decisión ¿Vas a ser capaz de mantenerte fiel a tu sistema? ¿O te van a entrar dudas?

Ante esta situación, la solución que ofrece el artículo es simple, fácil y práctica. Pásale la decisión a otra persona que no tenga ningún tipo de interés de modo que pueda actuar de forma imparcial y tomar la mejor decisión posible.


Puede que tu no te hayas visto nunca sujeto a este tipo de situaciones, o que no te dejes llevar por estos sesgos en la toma de decisiones. Pero seguro que conoces situaciones o personas que por intentar no caer en trampas éticas finalmente han terminado siendo injustos. ¿Te atreves a compartir alguna de estas experiencias?

Por cierto, ¿Recuerdas esa nueva persona de tu equipo que no aceptaba la diversidad? No te apures, no tienes por que despedirla. El problema no será nunca que piense distinto, el problema se presentará cuando sus comportamientos vulneren el valor compartido por todo el equipo. Hasta entonces relájate y escúchale. Aprenderás sobre lo que realmente es vivir en un entorno diverso.

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